jueves, diciembre 29, 2005

¡Feliz cumplemés! 8


Y un día cumplí 8 meses...
Han sido 30 días de mucha actividad social y algunos cambios: me bautizaron, sané de mi primera nana, festejé la Navidad y un par de cumpleaños, me metí en una pileta y con los ejercicios de kinesiología aprendí a darme vuelta solito-solito.

¡Feliz cumple, abuela Katty! [2005]


Mi abuela Katty, que es la mamá de mi Mamá, cumple años. No voy a decir cuántos, porque parece que eso no se hace, pero son un montón. Desde mi punto de vista, claro. Claro que desde mi punto de vista, todos los que conozco tienen un montón de años.
Para festejarlo, fuimos con mi Mami, la tía Marisa y mi primo Pedro (además de la homenajeada) a un restaurante. Battaglia, creo que se llama, porque parece que se come bien y barato, repitieron a cada rato.
Aunque hacía mucho calor y mi Abu anda un poco triste, igual la pasamos muy bien.
Mi abuela es re-buena conmigo. Cuando voy al trabajo con mis Papis, me cuida, me canta y muchas veces me da la papa y la mamadera; además de dormirme, por supuesto.
Ella ha tejido ropita para mí durante el invierno, me regaló la camiseta y el babero de Huracán, un montón de chiches y una pulsera de oro.
Pero lo más importante es que me quiere y yo también a ella, por eso me pongo triste si ella lo está.

sábado, diciembre 24, 2005

¡Feliz Navidad! [2005]



Realmente, mucho no me enteré acerca de la Navidad. Pero creo que la pasé bien.
Unos días antes fuimos de compras con Mamá y Papá a un lugar con muuucha gente, que a veces empuja y, generalmente, no sonríe. Compramos un montón de cosas; pero algunas no las pude ver, porque me las encondieron. No entiendo: por un lado, te dicen que va a venir Papá Noel a traer regalitos; y, por otro, todo el mundo gasta la tarjeta de crédito para lo mismo.
Y la comida... y la bebida. Cantidades industriales que la gente consume hasta saciarse y un poco más. Mis Papis tienen presente que, sobre todo, se trata de una festividad religiosa: la conmemoración del día en que nació el Niño Jesús. Pero, así y todo, no pueden evitar -o no quieren- continuar las tradiciones que se repiten de generación en generación: esto es, intercambiar obsequios, comer y beber en exceso, sobrellevar la resaca, llorar por los que ya no están y pelearse con los que quedaron.
Como mis Papis no querían que yo ande de aquí para allá, decidieron pasar la Nochebuena en casota. Vino parte de la familia de mi Mami: la abuela Katty (que anda un poco triste), la tía Marisa (sin mi primo Pedro, que la pasó con su papá en el Tigre) y mis tíos Liliana y Gustavo, con mis primas Dina y Alma. El abuelo Pichi y la tía Noemí la pasaron en la Patagonia, porque están de vacaciones.
El poco tiempo que estuve la pasé bien, porque me fui enseguida a hacer nonazo. Tuve una noche bastante tranquila, pese a que eso de las 12 me despertaron un ratito con los petardos y cohetes. Por suerte, me dormí enseguida.
La Navidad la pasamos en la casa de los abuelos Tata y Lela. Allí estaba la familia de mi Papi: los tíos Silvia y Hugo, Eduardo y Silvana, y Ricardo (sin la tía Maby, aunque está en etapa de reconciliación). También estuvieron mis primos Diego, Natalia (con los mellizos Franco y Mateo, y el recién nacido Santino), Florencia (y su novio Ariel), Ornella y Mariano. Y no debo olvidarme de Andrés (esposo de Natalia), junto a sus padres, hermana y cuñado. En síntesis, un montón de gente.
También la pasé muy bien, sobre todo porque -como hacía calor- me metí en una piletita por primera vez. ¡Y me encantó! De pronto, apareció Papá Noel por las escaleras: pobre, se debería estar muriendo de calor... Me trajo chiches y todo.
Un rato después fuimos a visitar a los tíos Ivana y Marcelo. Allí estaban también mi padrino Héctor y mis primos Federico, Agustina, Chiara y Alessio, que se metían en la pileta grande.
Por suerte, a una hora prudente partimos para casota. Ya no dábamos más de cansancio. Ansiábamos llegar a casa, prender el arbolito que habíamos armado y decirnos ¡Feliz Navidad! con un besote y todo el amor que nos tenemos, en la intimidad del hogar que disfrutamos día a día.

viernes, diciembre 23, 2005

La prima Malena


Se viene la Navidad. Ahora me entero de que es la época en que la gente se reúne con la excusa de verse antes de fin de año; pero, en realidad, la intención oculta es comer y beber como forajidos.
En esta ocasión se suma el hecho de la visita de la tía Valeria -una amiga de mi Mamá que vive en Barcelona, España- y el estreno de la nueva casa -que es enorme y espectacular- de la tía Mariela, la única del grupo original que se quedó en el país.
Valeria me regaló mucha ropa linda que ella vende y Mariela también, pero de sus hijos, que ya están grandes para seguir usándola.
Aunque lo mejor de la salida resultó la hija de Mariela, mi prima Malena, que es una nena hermosa y re-inteligente que estuvo jugando conmigo, pese a que yo tenía mucho nonazo, y me prestó sus chiches, que son un montón y mucho mejores que los míos.

jueves, diciembre 15, 2005

El primo Alessio



Anduve de parranda, sí.
La causa fue el festejo anticipado que mi padrino Héctor y su esposa, la tía Alejandra, le organizaron a su hijo, mi primo Alessio, que es ahijado de mi Papá. En realidad, Alessio cumple años el 8 de enero, razón por la que nunca puede invitar a sus amiguitos y compañeritos de jardín a su fiestita.
Al propio Héctor (que cumple el 16 de febrero) y a mi Papi (que cumple el 2 de marzo) les pasó algo parecido.
La fiesta por los 5 años de Alessio se hizo en Santos Lugares, provincia de Buenos Aires; patria chica de la Virgen de Lourdes y del escritor Ernesto Sábato. Es el segundo cumpleaños al que me invitan. El primero fue el de mi primo Pedro, el 23 de octubre, pero no publiqué nada porque mi Mamá no sacó ninguna foto. En cambio, en esta ocasión sí sacaron un montón de fotos que publico acá y a la derecha, abajo.
Como escribí en algún post anterior, Alessio es el hermano menor de Chiara, una hermosa nena que ya es grande: va a la escuela. Alessio es todo un personaje: simpático, juguetón, inteligente y, también, un poco travieso. Pero rebueno.
La fiesta estuvo muy linda. Como se hizo en un pelotero, había juegos de todo tipo; incluso una canchita de fútbol, una pista de autos y máquinas de fichines.
  • Lo más lindo: el CD de música que hizo el propio Alessio solo-solo y el disfraz que se puso al final.
  • Lo mejor: para mí, el globo que me llevé a casa; son mi perdición.

domingo, diciembre 11, 2005

Superficies de placer


11/12/05
Muchos coinciden en que la mejor manera de aprender a gatear, primero, y a caminar, después, es andar por el piso. Por suerte, en estos tiempos que corren, existen estas cosas como las que me compró mi Mamá.
Se trata de un piso de goma, formado por piezas desarmables, que se puede montar y desmontar en cualquier lado; ideal para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero.
Así anduve este fin de semana, jugando y jugando con mis chiches, y aprendiendo a usar todas las capacidades que esconde mi cuerpo.
Hasta ahora, el mejor de todos mis juguetes es un globo de papel brillante que me regaló mi Papá. Lo único que tiene de malo es que el muy escurridizo se me escapa todo el tiempo y me hace transpirar más de la cuenta.
Pero también me gusta el librito de plástico que llevo a todos lados.

sábado, diciembre 03, 2005

Mi bautizo

Este es un post largo, así que si tienen cosas que hacer miren las fotos que publico más abajo o a la derecha y pasen más tarde, con más tiempo.
Mis padres siempre tuvieron la decisión de bautizarme. A partir de entonces, se les abrió un abanico de diversas opciones.
  • El lugar de la ceremonia. Primer motivo de debate. Mamá prefería la que está en Parque Chacabuco, Capital Federal; una muy grande que se ve desde la autopista y a donde iba con mi bisabuela Nona. A favor tenía que queda cerca de casa. Papá, en cambio, quería la parroquia de La Sagrada Familia, en Ciudad Jardín, Palomar, provincia de Buenos Aires; la misma donde él fue bautizado, tomó la comunión y se casó con Mami. A su favor tenía que la mayoría de los invitados son de la zona. Evidentemente, se liquidaría toda discusión cuando determinaran dónde hacer la reunión posterior.
  • Los padrinos. Partieron de la base de que, por lo menos, fueran creyentes. Del lado de mi Mamá, no había opciones. O no eran católicos ni creyentes o estaban fuera del país. Entonces todo recayó en el lado de mi Papi. Pronto las opciones quedaron circunscriptas a las familias Bucci y López. Las combinaciones eran, obviamente, dos: Alejandra-Marcelo y Héctor-Ivana. Finalmente eligieron a los dos últimos; amigos de toda la vida que, además, siguieron muy de cerca todo el proceso de mi internación.
  • El ágape. Acá la cosa se complicaba. Primero hubo que convencer a mi Papá de que la gente normal suele festejar cosas como, por ejemplo, mi bautizo. Si por él fuera, después de la ceremonia les diría a todos los invitados Muchas gracias por venir. Nos vemos otro día... O el viejo y nunca bien ponderado Taza-taza, cada uno a su casa. El departamento en que vivimos es grande, pero no para tanto. Y la cantidad de invitados, sobre todo del lado paterno, era amplia. Finalmente surgió la posibilidad de hacerlo en la casa de la tía Neneca, madre de mi tía Ivana, que vive justo enfrente de la casa de mis abuelos Lela y Tata; es decir, a pocas cuadras de la parroquia que prefería mi Papi. Esto zanjó la discusión del lugar de la ceremonia.
  • Inconvenientes. Por suerte, las tías Silvia e Ivana se encargaron de las gestiones administrativas, la torta, el pelotero para los chicos y los souvenirs, todas cosas que para mi Papi son superfluas. La tía Neneca -experta en protocolo- resolvió el tema de la decoración y la presentación, y Mamá negoció con una buena empresa de catering. El tío Héctor también ofreció sus servicios de gestión. Todo parecía encarrilado, salvo por dos pequeños detalles. El primero, mi gastroenteritis, que todavía se resistía a abandonarme; y el segundo, la brutal lluvia que se desató sobre la provincia. Esto obligó a un enérgico cambio de planes: todo lo que estaba en el parque hubo que meterlo de prepo en la casa y el pelotero terminó en el garaje. Escrito así suena fácil, pero hubo que hacerlo todo simultáneamente, mientras la gente del catering pataleaba por una cosa, el del pelotero por otra, el diluvio no amainaba, el reloj avanzaba implacable y las caras de Ivana y Mamá iban enrojeciendo de furia. Por suerte, yo me escondí con mi Papi.
  • El bautismo. Todo salió de acuerdo a lo convenido en la charla introductoria (de carácter obligatorio) a la que concurrimos los involucrados... pero con mucha, mucha más gente. Gente mojada, gente que no llegó a tiempo por los anegamientos, gente que no se ubicó ni con el planito que hicieron mis Papis, gente con cámaras fotográficas, gente con regalos que no sabían dónde poner, gente con filmadoras, gente con paraguas enormes. Gente, gente, gente por todos lados. La ceremonia fue linda, aunque caótica. Incluso la tía Ivana fue elegida para leer un párrafo del Evangelio. La mejor foto del momento cumbre creo que la sacó el tío Marcelo con la cámara del tío Héctor y es la que publico aquí.
  • El atrio. Por suerte, cuando salimos de la iglesia no sólo había dejado de llover, sino que el cielo estaba despejándose. Recibí muchos besotes de todo el mundo; en especial, de los tíos Mariela y Christian, que se tuvieron que ir enseguida porque mi prima Malena estaba que volaba de la fiebre. También me puso muy contento que haya venido el tío Rolo desde Paraná, manejando a todo lo que da por la ruta para llegar a tiempo.
  • La fiesta. Cuando volvimos a la casa de la tía Neneca, el panorama había cambiado. Al parar la lluvia y soplar el viento mientras estábamos en la ceremonia, los preparativos fueron rápidamente desandados por Neneca y todo volvió a circunscribirse al plan original; salvo por el pelotero, que -como nadie sabía desarmarlo- quedó en el garaje. Por suerte, creo que todos la pasamos muy bien. Los chicos estuvieron entretenidos como chicos, y los adultos comieron y bebieron a destajo... como bestias.
  • Los regalos. Uh... recibí de todo. Los tíos Mariela y Chistian me regalaron un crucifijo hermoso; los tíos Ivana y Marcelo, toda la ropa que tenía puesta; los tíos Héctor y Alejandra, una sillita portátil para comer; los tíos Silvia y Hugo, una pileta de natación; el tío Rolo, un conjunto de jean; los tíos Ricardo y Maby, ropa súper canchera y chiches; los tíos Eduardo y Silvana, una campera hermosa; el abuelo Pichi, un aire acondicionado para mi cuarto; la abuela Katty, una pulsera grabada; y mucha, mucha más ropa y juguetes de todos mis amigos y parientes, que seguramente me van a odiar un poco porque no los nombro.
  • El regreso. Fue tarde, la primera vez que no estoy en mi camita a una hora adecuada. Pero la madrugada valió la pena: siempre se justifica cuando uno la pasa bien y se siente querido. Es un cansancio diferente.
Para mí, el bautismo es la manera de hacer un primer acuerdo con Dios, que con los años iré ajustando y renovando de acuerdo a mis convicciones. De todos modos, yo ya me sentía bautizado. Pocos lo saben: durante mis peores días en terapia intensiva, cuando los parámetros se desplomaban y mis pulmones no ayudaban, mi Papá -a su manera y en la medida de las posibilidades- me bautizó en nombre Dios.