Realmente, mucho no me enteré acerca de la Navidad. Pero creo que la pasé bien.
Unos días antes fuimos de compras con Mamá y Papá a un lugar con muuucha gente, que a veces empuja y, generalmente, no sonríe. Compramos un montón de cosas; pero algunas no las pude ver, porque me las encondieron. No entiendo: por un lado, te dicen que va a venir Papá Noel a traer regalitos; y, por otro, todo el mundo gasta la tarjeta de crédito para lo mismo.
Y la comida... y la bebida. Cantidades industriales que la gente consume hasta saciarse y un poco más. Mis Papis tienen presente que, sobre todo, se trata de una festividad religiosa: la conmemoración del día en que nació el Niño Jesús. Pero, así y todo, no pueden evitar -o no quieren- continuar las tradiciones que se repiten de generación en generación: esto es, intercambiar obsequios, comer y beber en exceso, sobrellevar la resaca, llorar por los que ya no están y pelearse con los que quedaron.
Como mis Papis no querían que yo ande de aquí para allá, decidieron pasar la Nochebuena en casota. Vino parte de la familia de mi Mami: la abuela Katty (que anda un poco triste), la tía Marisa (sin mi primo Pedro, que la pasó con su papá en el Tigre) y mis tíos Liliana y Gustavo, con mis primas Dina y Alma. El abuelo Pichi y la tía Noemí la pasaron en la Patagonia, porque están de vacaciones.
El poco tiempo que estuve la pasé bien, porque me fui enseguida a hacer nonazo. Tuve una noche bastante tranquila, pese a que eso de las 12 me despertaron un ratito con los petardos y cohetes. Por suerte, me dormí enseguida.
La Navidad la pasamos en la casa de los abuelos Tata y Lela. Allí estaba la familia de mi Papi: los tíos Silvia y Hugo, Eduardo y Silvana, y Ricardo (sin la tía Maby, aunque está en etapa de reconciliación). También estuvieron mis primos Diego, Natalia (con los mellizos Franco y Mateo, y el recién nacido Santino), Florencia (y su novio Ariel), Ornella y Mariano. Y no debo olvidarme de Andrés (esposo de Natalia), junto a sus padres, hermana y cuñado. En síntesis, un montón de gente.
También la pasé muy bien, sobre todo porque -como hacía calor- me metí en una piletita por primera vez. ¡Y me encantó! De pronto, apareció Papá Noel por las escaleras: pobre, se debería estar muriendo de calor... Me trajo chiches y todo.
Un rato después fuimos a visitar a los tíos Ivana y Marcelo. Allí estaban también mi padrino Héctor y mis primos Federico, Agustina, Chiara y Alessio, que se metían en la pileta grande.
Por suerte, a una hora prudente partimos para casota. Ya no dábamos más de cansancio. Ansiábamos llegar a casa, prender el arbolito que habíamos armado y decirnos ¡Feliz Navidad! con un besote y todo el amor que nos tenemos, en la intimidad del hogar que disfrutamos día a día.
Unos días antes fuimos de compras con Mamá y Papá a un lugar con muuucha gente, que a veces empuja y, generalmente, no sonríe. Compramos un montón de cosas; pero algunas no las pude ver, porque me las encondieron. No entiendo: por un lado, te dicen que va a venir Papá Noel a traer regalitos; y, por otro, todo el mundo gasta la tarjeta de crédito para lo mismo.
Y la comida... y la bebida. Cantidades industriales que la gente consume hasta saciarse y un poco más. Mis Papis tienen presente que, sobre todo, se trata de una festividad religiosa: la conmemoración del día en que nació el Niño Jesús. Pero, así y todo, no pueden evitar -o no quieren- continuar las tradiciones que se repiten de generación en generación: esto es, intercambiar obsequios, comer y beber en exceso, sobrellevar la resaca, llorar por los que ya no están y pelearse con los que quedaron.
Como mis Papis no querían que yo ande de aquí para allá, decidieron pasar la Nochebuena en casota. Vino parte de la familia de mi Mami: la abuela Katty (que anda un poco triste), la tía Marisa (sin mi primo Pedro, que la pasó con su papá en el Tigre) y mis tíos Liliana y Gustavo, con mis primas Dina y Alma. El abuelo Pichi y la tía Noemí la pasaron en la Patagonia, porque están de vacaciones.
El poco tiempo que estuve la pasé bien, porque me fui enseguida a hacer nonazo. Tuve una noche bastante tranquila, pese a que eso de las 12 me despertaron un ratito con los petardos y cohetes. Por suerte, me dormí enseguida.
La Navidad la pasamos en la casa de los abuelos Tata y Lela. Allí estaba la familia de mi Papi: los tíos Silvia y Hugo, Eduardo y Silvana, y Ricardo (sin la tía Maby, aunque está en etapa de reconciliación). También estuvieron mis primos Diego, Natalia (con los mellizos Franco y Mateo, y el recién nacido Santino), Florencia (y su novio Ariel), Ornella y Mariano. Y no debo olvidarme de Andrés (esposo de Natalia), junto a sus padres, hermana y cuñado. En síntesis, un montón de gente.
También la pasé muy bien, sobre todo porque -como hacía calor- me metí en una piletita por primera vez. ¡Y me encantó! De pronto, apareció Papá Noel por las escaleras: pobre, se debería estar muriendo de calor... Me trajo chiches y todo.
Un rato después fuimos a visitar a los tíos Ivana y Marcelo. Allí estaban también mi padrino Héctor y mis primos Federico, Agustina, Chiara y Alessio, que se metían en la pileta grande.
Por suerte, a una hora prudente partimos para casota. Ya no dábamos más de cansancio. Ansiábamos llegar a casa, prender el arbolito que habíamos armado y decirnos ¡Feliz Navidad! con un besote y todo el amor que nos tenemos, en la intimidad del hogar que disfrutamos día a día.
2 comentarios:
Yo te cuento: todos los años armamos el arbolito el día 8 de diciembre. Casi siempre lo armaba mamá con un poquito de ayuda de papá, Pero este a˜õ fué diferente! Lo armamos los tres juntos, vos mas que nada mirabas y dabas uno que otro grito. Cuando viste las luces que se prendían y apagaban no lo podías creer!
Sí, las luces son relindas, aunque esa guirnalda con luces y música me pareció medio trucha.
Un besote, Mami.
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