Este es un post largo, así que si tienen cosas que hacer miren las fotos que publico más abajo o a la derecha y pasen más tarde, con más tiempo.
Mis padres siempre tuvieron la decisión de bautizarme. A partir de entonces, se les abrió un abanico de diversas opciones.
- El lugar de la ceremonia. Primer motivo de debate. Mamá prefería la que está en Parque Chacabuco, Capital Federal; una muy grande que se ve desde la autopista y a donde iba con mi bisabuela Nona. A favor tenía que queda cerca de casa. Papá, en cambio, quería la parroquia de La Sagrada Familia, en Ciudad Jardín, Palomar, provincia de Buenos Aires; la misma donde él fue bautizado, tomó la comunión y se casó con Mami. A su favor tenía que la mayoría de los invitados son de la zona. Evidentemente, se liquidaría toda discusión cuando determinaran dónde hacer la reunión posterior.
- Los padrinos. Partieron de la base de que, por lo menos, fueran creyentes. Del lado de mi Mamá, no había opciones. O no eran católicos ni creyentes o estaban fuera del país. Entonces todo recayó en el lado de mi Papi. Pronto las opciones quedaron circunscriptas a las familias Bucci y López. Las combinaciones eran, obviamente, dos: Alejandra-Marcelo y Héctor-Ivana. Finalmente eligieron a los dos últimos; amigos de toda la vida que, además, siguieron muy de cerca todo el proceso de mi internación.
- El ágape. Acá la cosa se complicaba. Primero hubo que convencer a mi Papá de que la gente normal suele festejar cosas como, por ejemplo, mi bautizo. Si por él fuera, después de la ceremonia les diría a todos los invitados Muchas gracias por venir. Nos vemos otro día... O el viejo y nunca bien ponderado Taza-taza, cada uno a su casa. El departamento en que vivimos es grande, pero no para tanto. Y la cantidad de invitados, sobre todo del lado paterno, era amplia. Finalmente surgió la posibilidad de hacerlo en la casa de la tía Neneca, madre de mi tía Ivana, que vive justo enfrente de la casa de mis abuelos Lela y Tata; es decir, a pocas cuadras de la parroquia que prefería mi Papi. Esto zanjó la discusión del lugar de la ceremonia.
- Inconvenientes. Por suerte, las tías Silvia e Ivana se encargaron de las gestiones administrativas, la torta, el pelotero para los chicos y los souvenirs, todas cosas que para mi Papi son superfluas. La tía Neneca -experta en protocolo- resolvió el tema de la decoración y la presentación, y Mamá negoció con una buena empresa de catering. El tío Héctor también ofreció sus servicios de gestión. Todo parecía encarrilado, salvo por dos pequeños detalles. El primero, mi gastroenteritis, que todavía se resistía a abandonarme; y el segundo, la brutal lluvia que se desató sobre la provincia. Esto obligó a un enérgico cambio de planes: todo lo que estaba en el parque hubo que meterlo de prepo en la casa y el pelotero terminó en el garaje. Escrito así suena fácil, pero hubo que hacerlo todo simultáneamente, mientras la gente del catering pataleaba por una cosa, el del pelotero por otra, el diluvio no amainaba, el reloj avanzaba implacable y las caras de Ivana y Mamá iban enrojeciendo de furia. Por suerte, yo me escondí con mi Papi.
- El bautismo. Todo salió de acuerdo a lo convenido en la charla introductoria (de carácter obligatorio) a la que concurrimos los involucrados... pero con mucha, mucha más gente. Gente mojada, gente que no llegó a tiempo por los anegamientos, gente que no se ubicó ni con el planito que hicieron mis Papis, gente con cámaras fotográficas, gente con regalos que no sabían dónde poner, gente con filmadoras, gente con paraguas enormes. Gente, gente, gente por todos lados. La ceremonia fue linda, aunque caótica. Incluso la tía Ivana fue elegida para leer un párrafo del Evangelio. La mejor foto del momento cumbre creo que la sacó el tío Marcelo con la cámara del tío Héctor y es la que publico aquí.
- El atrio. Por suerte, cuando salimos de la iglesia no sólo había dejado de llover, sino que el cielo estaba despejándose. Recibí muchos besotes de todo el mundo; en especial, de los tíos Mariela y Christian, que se tuvieron que ir enseguida porque mi prima Malena estaba que volaba de la fiebre. También me puso muy contento que haya venido el tío Rolo desde Paraná, manejando a todo lo que da por la ruta para llegar a tiempo.
- La fiesta. Cuando volvimos a la casa de la tía Neneca, el panorama había cambiado. Al parar la lluvia y soplar el viento mientras estábamos en la ceremonia, los preparativos fueron rápidamente desandados por Neneca y todo volvió a circunscribirse al plan original; salvo por el pelotero, que -como nadie sabía desarmarlo- quedó en el garaje. Por suerte, creo que todos la pasamos muy bien. Los chicos estuvieron entretenidos como chicos, y los adultos comieron y bebieron a destajo... como bestias.
- Los regalos. Uh... recibí de todo. Los tíos Mariela y Chistian me regalaron un crucifijo hermoso; los tíos Ivana y Marcelo, toda la ropa que tenía puesta; los tíos Héctor y Alejandra, una sillita portátil para comer; los tíos Silvia y Hugo, una pileta de natación; el tío Rolo, un conjunto de jean; los tíos Ricardo y Maby, ropa súper canchera y chiches; los tíos Eduardo y Silvana, una campera hermosa; el abuelo Pichi, un aire acondicionado para mi cuarto; la abuela Katty, una pulsera grabada; y mucha, mucha más ropa y juguetes de todos mis amigos y parientes, que seguramente me van a odiar un poco porque no los nombro.
- El regreso. Fue tarde, la primera vez que no estoy en mi camita a una hora adecuada. Pero la madrugada valió la pena: siempre se justifica cuando uno la pasa bien y se siente querido. Es un cansancio diferente.
4 comentarios:
¿Cómo es? ¿Bautizo o bautismo?
Según tengo entendido, el segundo término se refiere estrictamente al sacramento. El primero, al acontecimiento social, en general.
Un besote.
Qué bonito blog, me hizo llorar la última parte en que Manucho cuenta que su papá ya lo había bautizado cuando estaba en terapia intensiva y es una práctica que podemos realizar los católicos en casos muy sensibles y su bautizo fue la confirmación directa de Dios a lo que hizo su padre. Muchas felicidades!
¡Qué bueno que te guste mi blog, Liz!
En realidad, me enteré de casualidad de ese episodio, porque él no quiere asustarme.
Cuando me bautizó en terapia intensiva -a su manera, claro-, primero me explicó lo que iba a ser y cuál era su significado.
Dale un beso a Alejandro Mateo de mi parte.
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