Jamás me habían cortado el cabello. Desde que nací, pese a la insistencia de muchos, mis Papis desistieron de esa posibilidad por una simple razón: mi pelo -digamos- de origen estaba lo más bien. No tenía mucho, eso sí; pero lo que se veía estaba razonablemente bien.
Tengan en cuenta que, como nací prematuro, estuve un mes y pico internado en terapia intensiva, donde no suelen pelar a los nenes de incubadora.
Como verán en la imagen (lamentablemente, tomada con un celular, por eso la mala calidad), toleré la labor de mi coiffeur Gabriel con bastante altura. La esquila fue en un local de la Avda. Brasil, casi La Rioja; aquí, en Parque Patricios, cerca de mi casota. No me piden el nombre de la peluquería, porque ni ahí me acuerdo. Sólo les puedo decir que él me trató muy bien, me hizo un excelente corte y tiene un autito amarillo relindo a modo de asiento.
Tengan en cuenta que, como nací prematuro, estuve un mes y pico internado en terapia intensiva, donde no suelen pelar a los nenes de incubadora.
Como verán en la imagen (lamentablemente, tomada con un celular, por eso la mala calidad), toleré la labor de mi coiffeur Gabriel con bastante altura. La esquila fue en un local de la Avda. Brasil, casi La Rioja; aquí, en Parque Patricios, cerca de mi casota. No me piden el nombre de la peluquería, porque ni ahí me acuerdo. Sólo les puedo decir que él me trató muy bien, me hizo un excelente corte y tiene un autito amarillo relindo a modo de asiento.
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