jueves, septiembre 29, 2005

¡Feliz cumplemés! 5


Y un día cumplí 5 meses...
Al Sanatorio de la Trinidad sigo yendo una vez al mes para ver a mi pediatra y a darme las vacunas del protocolo contra la bronquiolitis. Pero nada más. Este mes, terminamos con los chequeos oftalmológicos y el resultado ha sido más que satisfactorio: mis ojitos han alcanzado la madurez adecuada para mi edad. La foto ha sido tomada al regreso de la última consulta al otorrinolaringólogo, donde también le dieron el OK a mis oídos.
En síntesis: puedo asegurar que todo está donde debe estar y funciona como corresponde.
Duermo de corrido toda la noche y tomo teta a destajo. El resultado es que subo de peso día a día y crezco como para alcanzar a mi Papá.
¿Les gusta mi gorrita? Me la acaba de regalar mi Papi. Calculó mal y me queda un poco grande. Sí, me trajo eso y lindo un par de medias haciendo juego.
El horizonte se ha aclarado. Ya no hay límites de ninguna clase: puedo salir cuando quiera y ver a quien desee. Ahora, el próximo desafío es la mudanza a mi propio cuarto para dormir en mi cunita. Por lo que escuché por ahí, es cosa de un mes, más o menos.

sábado, septiembre 24, 2005

Mi primera salida


¡Sííííí! Finalmente llegó el día y fue ¡espectacular!
Para que se entienda: las recomendaciones del doctor tenían que ver con los paseos, porque salir yo lo hice desde el principio, pues tenía que ir a los controles de mi pediatra y a las vacunaciones del protocolo contra la bronquiolitis. Pero salida, lo que se conoce como salida, ¡nunca!
Uh, ¡cuánto tuvieron que discutir mis Papis con todo el mundo, que consideraban una exageración lo que decía mi médico! ¡Cuánta amargura por tanta incomprensión! Yo a veces me ponía en el lugar de los demás y quería salir o . Sin embargo, la mayor parte del tiempo estaba de acuerdo con mis Viejos, por 2 razones de peso:
  1. Ellos sólo quieren lo mejor para mí.
  2. A mi Mamá le encanta pasear.
La cuenta regresiva comenzó el Día de la Primavera. Como suele suceder, calor no hizo. Los días siguientes estuvieron más o menos igual, frescos o sin solcito.
Lo cierto es que, finalmente, esta mañana amaneció soleada. Mis Papis desayunaban y Mami le preguntó a mi Papá qué le parecía de salir ese día. Papi, que nunca-nunca se adapta fácilmente a situaciones nuevas, tembló de pies a cabeza, pero dijo (o mejor, Psé).
Cargaron los bártulos, fuimos al auto y partimos rumbo a la Costanera Sur, aquí en Buenos Aires, que queda más o menos cerca de mi casa. La mañana era hermosa. Por suerte, llegamos rápido. Bajamos. Armaron el cochecito y comenzamos a andar. Fuimos por la Costanera, despacito, disfrutando de todo: de la gente, del agua, del sol. ¡Genial! ¡Y no me cansé para nada! Sacaron fotos, filmaron videos y me contaron qué era todo eso que yo veía: autos, árboles, patos, tortugas, pajaritos...
El día soñado había llegado. Por fin, podía salir de mi casa sin la obligación de ver a médicos.
El mundo se abrió ante mis ojos.

sábado, septiembre 17, 2005

Fotografía familiar


Sin lugar a dudas, esta es la mejor foto de todas las que me han sacado y es obra de mi abuela Katty.
Es la primera en la que de verdad estamos todos juntos:
  • Papá, feliz, con cara de cansado y su exceso de tabaco en la piel.
  • Mamá, feliz, con cara de cansada y su exceso de trabajo.
  • Psycho, feliz cuando duermo, celoso cuando despierto.
  • Y yo, Manuchito, feliz de tenerlos a ellos, pero preguntándome: ¿Por qué mi Mami no me mira?.

lunes, septiembre 12, 2005

Un regalo del más allá


Un día vinieron a visitarme el tío Eduardo -que es hermano de Papá- y la tía Silvana. La pasamos muy bien, aunque yo dormía como un tronco y hasta hacía zzzzzzz, y la gran novedad para todos fue lo que trajo ella consigo.
Se trataba de las sábanas de la abuela Chula que usaba con mi Papi cuando él era bebé. Francamente, para mí no era gran cosa. ¿A quién puede interesarle unos pedazos de tela muuuuy bordada algo amarillentos y a punto de desgarrarse por lo viejos? Bueno, por lo pronto, esos trapos añejos conmovieron a mi Papito, sobre todo por la posibilidad de que ahora los use conmigo.
Entonces ahí empecé a entender cómo venía la cosa. Tiene que ver con la historia de la familia, con el legado, con la huella de los que ya no están. Porque mi abuela Chula -también conocida como Lela por sus nietos-, que subió al Cielo allá por 1992, usó esas sábanas con mi Papá. Y después las guardó con esmero. Muchos años más tarde se las ofreció a mi tía Silvana, que las guardó y las usó con mi primo Mariano. Las trató con sumo cuidado y se las ofreció a mi Papi. Criteriosamente, mi Mamá advirtió que no resistirían un lavado más, así que propuso sacarme una foto en mi futura cuna con estas sabanitas que han pasado de generación en generación.
Sin embargo, mi Papito no está del todo satisfecho. Lamenta no saber quién le regaló esas sábanas a mi abuela o si las compró. O quiénes más las usaron. Todas preguntas que seguramente quedarán sin respuesta. Aunque me parece que el verdadero dolor de mi Papá es no poder preguntárselo directamente a mi abuela Lela.