Un día vinieron a visitarme el tío Eduardo -que es hermano de Papá- y la tía Silvana. La pasamos muy bien, aunque yo dormía como un tronco y hasta hacía zzzzzzz, y la gran novedad para todos fue lo que trajo ella consigo.
Se trataba de las sábanas de la abuela Chula que usaba con mi Papi cuando él era bebé. Francamente, para mí no era gran cosa. ¿A quién puede interesarle unos pedazos de tela muuuuy bordada algo amarillentos y a punto de desgarrarse por lo viejos? Bueno, por lo pronto, esos trapos añejos conmovieron a mi Papito, sobre todo por la posibilidad de que ahora los use conmigo.
Entonces ahí empecé a entender cómo venía la cosa. Tiene que ver con la historia de la familia, con el legado, con la huella de los que ya no están. Porque mi abuela Chula -también conocida como Lela por sus nietos-, que subió al Cielo allá por 1992, usó esas sábanas con mi Papá. Y después las guardó con esmero. Muchos años más tarde se las ofreció a mi tía Silvana, que las guardó y las usó con mi primo Mariano. Las trató con sumo cuidado y se las ofreció a mi Papi. Criteriosamente, mi Mamá advirtió que no resistirían un lavado más, así que propuso sacarme una foto en mi futura cuna con estas sabanitas que han pasado de generación en generación.
Sin embargo, mi Papito no está del todo satisfecho. Lamenta no saber quién le regaló esas sábanas a mi abuela o si las compró. O quiénes más las usaron. Todas preguntas que seguramente quedarán sin respuesta. Aunque me parece que el verdadero dolor de mi Papá es no poder preguntárselo directamente a mi abuela Lela.
Se trataba de las sábanas de la abuela Chula que usaba con mi Papi cuando él era bebé. Francamente, para mí no era gran cosa. ¿A quién puede interesarle unos pedazos de tela muuuuy bordada algo amarillentos y a punto de desgarrarse por lo viejos? Bueno, por lo pronto, esos trapos añejos conmovieron a mi Papito, sobre todo por la posibilidad de que ahora los use conmigo.
Entonces ahí empecé a entender cómo venía la cosa. Tiene que ver con la historia de la familia, con el legado, con la huella de los que ya no están. Porque mi abuela Chula -también conocida como Lela por sus nietos-, que subió al Cielo allá por 1992, usó esas sábanas con mi Papá. Y después las guardó con esmero. Muchos años más tarde se las ofreció a mi tía Silvana, que las guardó y las usó con mi primo Mariano. Las trató con sumo cuidado y se las ofreció a mi Papi. Criteriosamente, mi Mamá advirtió que no resistirían un lavado más, así que propuso sacarme una foto en mi futura cuna con estas sabanitas que han pasado de generación en generación.
Sin embargo, mi Papito no está del todo satisfecho. Lamenta no saber quién le regaló esas sábanas a mi abuela o si las compró. O quiénes más las usaron. Todas preguntas que seguramente quedarán sin respuesta. Aunque me parece que el verdadero dolor de mi Papá es no poder preguntárselo directamente a mi abuela Lela.
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