¡Sííííí! Finalmente llegó el día y fue ¡espectacular!
Para que se entienda: las recomendaciones del doctor tenían que ver con los paseos, porque salir yo lo hice desde el principio, pues tenía que ir a los controles de mi pediatra y a las vacunaciones del protocolo contra la bronquiolitis. Pero salida, lo que se conoce como salida, ¡nunca!
Uh, ¡cuánto tuvieron que discutir mis Papis con todo el mundo, que consideraban una exageración lo que decía mi médico! ¡Cuánta amargura por tanta incomprensión! Yo a veces me ponía en el lugar de los demás y quería salir sí o sí. Sin embargo, la mayor parte del tiempo estaba de acuerdo con mis Viejos, por 2 razones de peso:
Para que se entienda: las recomendaciones del doctor tenían que ver con los paseos, porque salir yo lo hice desde el principio, pues tenía que ir a los controles de mi pediatra y a las vacunaciones del protocolo contra la bronquiolitis. Pero salida, lo que se conoce como salida, ¡nunca!
Uh, ¡cuánto tuvieron que discutir mis Papis con todo el mundo, que consideraban una exageración lo que decía mi médico! ¡Cuánta amargura por tanta incomprensión! Yo a veces me ponía en el lugar de los demás y quería salir sí o sí. Sin embargo, la mayor parte del tiempo estaba de acuerdo con mis Viejos, por 2 razones de peso:
- Ellos sólo quieren lo mejor para mí.
- A mi Mamá le encanta pasear.
La cuenta regresiva comenzó el Día de la Primavera. Como suele suceder, calor no hizo. Los días siguientes estuvieron más o menos igual, frescos o sin solcito.
Lo cierto es que, finalmente, esta mañana amaneció soleada. Mis Papis desayunaban y Mami le preguntó a mi Papá qué le parecía de salir ese día. Papi, que nunca-nunca se adapta fácilmente a situaciones nuevas, tembló de pies a cabeza, pero dijo Sí (o mejor, Psé).
Cargaron los bártulos, fuimos al auto y partimos rumbo a la Costanera Sur, aquí en Buenos Aires, que queda más o menos cerca de mi casa. La mañana era hermosa. Por suerte, llegamos rápido. Bajamos. Armaron el cochecito y comenzamos a andar. Fuimos por la Costanera, despacito, disfrutando de todo: de la gente, del agua, del sol. ¡Genial! ¡Y no me cansé para nada! Sacaron fotos, filmaron videos y me contaron qué era todo eso que yo veía: autos, árboles, patos, tortugas, pajaritos...
El día soñado había llegado. Por fin, podía salir de mi casa sin la obligación de ver a médicos.
El mundo se abrió ante mis ojos.
Lo cierto es que, finalmente, esta mañana amaneció soleada. Mis Papis desayunaban y Mami le preguntó a mi Papá qué le parecía de salir ese día. Papi, que nunca-nunca se adapta fácilmente a situaciones nuevas, tembló de pies a cabeza, pero dijo Sí (o mejor, Psé).
Cargaron los bártulos, fuimos al auto y partimos rumbo a la Costanera Sur, aquí en Buenos Aires, que queda más o menos cerca de mi casa. La mañana era hermosa. Por suerte, llegamos rápido. Bajamos. Armaron el cochecito y comenzamos a andar. Fuimos por la Costanera, despacito, disfrutando de todo: de la gente, del agua, del sol. ¡Genial! ¡Y no me cansé para nada! Sacaron fotos, filmaron videos y me contaron qué era todo eso que yo veía: autos, árboles, patos, tortugas, pajaritos...
El día soñado había llegado. Por fin, podía salir de mi casa sin la obligación de ver a médicos.
El mundo se abrió ante mis ojos.
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