Rubias... Sí, me gustan rubias, ¿y qué? Incluso fue una de esas palabras que más rápido aprendí a decir. Morocha, castaña o morena, por ejemplo, jamás se me ocurrió repetirlas. Pero rubia... ah, rubia sí.
Estábamos almorzando tranquilamente en el Alto Avellaneda cuando, de repente, la vi. Allí, a unos 20 metros, sentada con los que -supongo- serían sus padres. Ella.
La miré.
Me miró.
Nos miramos.
Para qué... Lástima que la foto con celular y a la distancia no le hace justicia, y en el video no se alcanzan a apreciar todos los detalles. Lo cierto es que un impulso incontenible me llevó a tirarle besotes y a pedirle a mi Papá que ¡Vamos! ¡Vamos!
Para variar, no hicieron caso de este arranque de pasión.
Estábamos almorzando tranquilamente en el Alto Avellaneda cuando, de repente, la vi. Allí, a unos 20 metros, sentada con los que -supongo- serían sus padres. Ella.
La miré.
Me miró.
Nos miramos.
Para qué... Lástima que la foto con celular y a la distancia no le hace justicia, y en el video no se alcanzan a apreciar todos los detalles. Lo cierto es que un impulso incontenible me llevó a tirarle besotes y a pedirle a mi Papá que ¡Vamos! ¡Vamos!
Para variar, no hicieron caso de este arranque de pasión.
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