miércoles, mayo 02, 2007

El apagón


Y un día se apagó la luz.
Capaz que antes también se cortó, pero la diferencia es que esta vez me di cuenta o, al menos, me afectó de una manera concreta: no podía ver mis pelis. Y mis DVD, señoras y señores, son sagrados.
La luz se fue así, pfff, pero sin hacer ruido, de repente. Y no tuve miedo. No. Nada. Ni un poquitito así, mirá. Más allá del disgusto por perderme la peli y de la desesperación de Papá por comprobar si el apagón era en casota sólo o en el resto de la cuadra, la verdad -debo confesar- es que la pasamos bien.
Si hay algo que sobra en casa son las velas: comunes, de cumpleaños y decorativas. Harto de verlas y que no sirvan para nada, en esta ocasión mi Papi las encendió a todas. La cocina quedó iluminada de una manera muy linda, con resplandores rojos y amarillos. Lo mejor fue cuando soplé una vela -una y otra vez- y cantamos el Feliz cumpleaños (tengo que seguir practicando el soplido, que me sale como el del primo Diego y eso no es precisamente un elogio para ninguno de los dos). También me gustó cuando mis Papis intentaron hacer lo que llamaron sombras chinescas. Lo único que les salió fue la silueta de un perro medio deforme, una paloma impresentable y un más que digno cocodrilo.
Lástima que la luz volvió enseguida, porque nos estábamos divirtiendo mucho justo cuando procuraba inventar mis propias figuras.

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