viernes, junio 03, 2005

Chau a la Trinidad


Parece que, de un día para otro, todo mejoró: mis pulmones, mi digestión... Mi autonomía, aseguraron. En fin, todo. Así que le dijeron a Mamá y Papá que ya era hora de llevarme a casota. Les dieron una semana de plazo, que mis Papis dedicaron a preparar la casa; algo que no habían podido hacer antes, porque se me ocurrió nacer con dos meses de anticipación. Decoraron la que será mi habitación (fueron unos empapeladores retruchos, la tía Silvia mandó el moisés de la prima Naty, mudaron todas las cosas que eran del estudio de Papi al living y las que sobraban al galpón del trabajo).
Mami estaba refeliz porque al fin me tendría para ella solita. En cambio, Papá estaba un poco asustado, ya que le parecía que todo era demasiado rápido; no estaba seguro de si yo estaba listo para dejar el sanatorio y si él estaba preparado para cuidarme.
La foto la sacó Mamita la última noche que pasé en la Trinidad. La que ven es la puerta de ingreso a Neonatología. ¡Cuántas veces rezó Papá junto a esa puerta...!
A la izquierda, entre las sombras, los lockers donde dejás los bártulos si ponés $ 1. Dice Papá que todo empezó a mejorar cuando cambió la moneda que venía usando por otra que todavía guarda, como un trofeo.
A la derecha de la puerta, ahí pegadito, está el intercomunicador. Los papis tenían que hacerse anunciar y las enfermeras les decían si podían entrar o esperar. A veces tardaban mucho en dejar pasar a los papis, porque había nenes que se sentían mal y todo el personal los estaba atendiendo.
El día 4 de junio amaneció nublado y frío. La tía Mariela y el tío Christian nos vinieron a buscar para llevarnos a casa. La despedida fue breve: recibí besos y abrazos de la Dra. García, del Dr. De Caro y de las enfermeras Laurita, Teresa y María, que fueron los que más me cuidaron, los que hicieron que yo me pusiera bien, cada vez más sano y más fuerte.
Por esa puerta entré 36 días antes y por esa misma puerta salí, en los brazos de Mamita, listo para ir casota a hacer un bruto nonazo y conocer a Psycho, del que tanto me habían hablado.
Mamá empujó esa puerta y el mundo se abrió para mí.

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