jueves, noviembre 24, 2005

Saborrr


Mi hambre ya no se colmaba ni con teta ni con mamaderas. Mi apetito era como un Pac-Man insaciable que siempre quería más y más y más...
Cierto día mi pediatra dio el visto bueno y el día elegido para comenzar fue hoy.
Señoras y señores, que suenen las fanfarrias: ¡ya como alimentos sólidos! Bueno, más o menos sólidos. En realidad, papillas, purecitos, dos veces por día.
Yo me enteré sobre la marcha. Veía movimientos extraños de mi Mamá, que manipulaba objetos de vivos colores y nuevos olores, los ponía a hervir y luegos los trituraba.
De pronto, cuando el hambre carcomía mis entrañas, mi Papá me sentó sobre sus piernas y me puso un pintorcito que era de mi primo Pedro, y que nos prestó la tía Marisa.
Silencio, tensión.
Mi Mami se acercó con una sonrisa y un plato medio lleno de algo de color naranja.
-Bueno, Manu, a partir de hoy vas a empezar a comer cosas más ricas -dijo ella.
-Esto es puré de zapallo -me informó mi Papi, cosa de no tomarme por sorpresa. E inmediatamente acercó una cuchara a mi boca.
Yo no sabía muy bien lo que tenía que hacer, así que no hice nada. El contenido de la cuchara rebotó contra mis labios cerrados; una parte quedó ahí, colgando, y otra mayor cayó sobre el pintorcito.
Mi Papá temió que fuera una misión imposible, pero con el segundo intento abrí la boca. Esa sustancia naranja se posó sobre mi lengua. Era extraña, tibia, agradable. No se parecía en nada a la leche de fórmula y menos que menos a la teta. Yo seguía sin saber qué hacer con eso, pero parece que mi cuerpo sí. De un momento a otro, mis mandíbulas comenzaron a moverse -como si tuviera los dientes de los que carezco- y lo propio hizo mi lengua. Así, en segundos, me encontré saboreando y tragando. Y no me atraganté, algo que atemorizaba a mis Papis.
Mm... Raro, pero delicioso.
Las cucharadas de puré de zapallo se fueron sucediendo unas tras otras. Algunas caían al piso y Psycho corría a chuparlas. Otras decoraban el delantal. La mayoría coloreaba mi boca y una parte llenaba mi panzota.
Comí casi todo y después me dieron fruta, creo que un poco de banana pisada. ¡Algo más rico todavía!
Todos estábamos contentos: ellos porque el paso dado había sido menos dificultoso de lo pensado y yo porque había descubierto una flamante fuente de placer.
Sí, un nuevo horizonte acababa de abrirse.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En realidad la primera vez que probaste el zapallo, como siempre que probas por primera vez algo, hiciste un gesto raro y muy gracioso que consiste en fruncir el seño y temblar levemente para todos lados, como si tuvieras un escalofrîo.
Esa fue de las primeras veces que lo hiciste, todavía me causa gracia!

Manucho dijo...

¡Es que fue un cambio muy grande, Mami!
Y todavía quedan muchos sabores por explorar...
Un besote.