lunes, agosto 29, 2005

¡Feliz cumplemés! 4


Y un día cumplí 4 meses...
Todo está infinitamente mejor. Gracias a El Ciclo, descanso bien durante el día y duermo de un tirón toda la noche, algo que mis Papis -entre lágrimas de alivio de mi Mamá y ronquidos de mi Papá- no pueden terminar de creer. Sigo durmiendo con ellos, aunque mi pediatra adelantó que en un par de meses ya podré hacerlo solito y en mi cuarto.
Con respecto a las comidas, vengo hecho un tigre. Incluso, si me descuido, parece que tengo tendencia a engordar.
Las únicas nanas las tuve por el lado de los ojos. Sí, de vez en cuando me salían unos orzuelos muy molestos, pero ya hace rato que pararon (por suerte).
Al Sanatorio de la Trinidad seguimos yendo a saludar a todos los conocidos, a ver a mi pediatra y también a participar de un protocolo de vacuna contra la bronquilitis con las Dras. De Luca y Gorenstein. Se trata de una enfermedad que, en una de sus peores variantes, suele afectar de manera insidiosa a los prematuros como yo.
Todavía sigo en casa junto a mi Mami, que no se banca más esto de trabajar desde acá, pero para los primeros calores falta cada vez menos. Ya cuento los días: el punto de referencia es el Día de la Primavera y lo que marque el termómetro que cuelga en la cocina.
Falta poco, falta poco...

viernes, agosto 26, 2005

Sol, solecito


El departamento donde vivimos es muy amplio, cómodo y luminoso. Dice mi Papá que en verano suele ser fresco, pero en invierno... también. Especialmente el balcón de adelante, el que da a la calle, por donde viene la brisa del río de la Plata: es decir, fría.
Por esa razón -y las restricciones recomendadas por mi pediatra- se demoró mi salida a ese limitado aire libre. Pero hoy, ¡sí! ¡Hoy me tocó! Al fin pude disfrutar de un poco de aire fresco y de los rayos de esa cosa luminosa y algo calentita que cuelga del cielo.
Ahora no me para nadie. Mi próxima meta es la famosa "primera salida" de la que todos hablan. Si mi doctor y el clima lo permiten, para septiembre estoy afuera.

jueves, agosto 25, 2005

El Ciclo


¿Nunca, pero nunca, les conté acerca de El Ciclo?
Papá lo habrá descubierto hace cosa de un mes, más o menos, y nos cambió la vida a todos. El asunto es así:
En su condición de padres primerizos y, además, cuentapropistas, desde el momento que pisé esta casa las cosas marcharon bien, pero de manera absolutamente desordenada. Producto de la libre demanda en cuestión de teta, por las noches yo me despertaba una, dos, tres, cuatro y ¡hasta cinco veces! para comer. Hasta ahí todo bien y dentro de lo esperado. Hay nenes que somos así y otros que no, pero yo era así. ¡Qué se le va a hacer!
El problema empezaba en la mañana. Si bien yo trataba de comunicarme con ellos de la manera más clara posible, con los llantos adecuados para cada situación, ellos no entendían nada. Salvo Mamá en lo que tenía que ver con el hambre, después no acertaban una. Confundían el sueño con el dolor de panza, el aburrimiento con el pañal sucio, y todo así. Como escribí más arriba, el hecho de ser padres primerizos y encima tener que trabajar para mantener el negocio no los ayudaba mucho. Así pasaban los días e íbamos por la vida ligeramente a la deriva, hasta que un día en que Mami tenía mucho trabajo en casa le pidió a Papi que me cuidara. Creo que le dijo algo así como Tomá, hacete cargo.
Dejamos a Mamá en el living, trabajando adelante de la computadora, y nos fuimos al cuarto. Así estuvimos un rato, paveando con los chiches, hasta que me harté: tenía sueño. Como corresponde, lloré para avisar. Y nada. Papá seguí con los chiches frente a mi cara y yo que no los soportaba más. Dado que Mamá estaba muy ocupada y Papá es sumamente orgulloso, él quiso resolverlo solo. Para empezar y ya que yo no respondía a los juguetes, dejó de insistir. ¿Por qué puede ser que llore?, se preguntó. Obsesivo y sistemático como es, no soportaba la idea de que un bebé actúe de manera aleatoria. Él creía que había un sistema oculto que debía descubrir. Y yo lloraba. ¿No te das cuenta que es sueño?, lloraba yo. Pero no me entendía. Hasta que empezó a utilizar el viejo truco del descarte. Como Mamá anotaba la hora de las tetas y de las siestas, Papá se fijó en la libretita.
Hambre no es, dijo, porque figuraba que yo había comido, y bien, hacía una hora.
Descartado el aburrimiento, probó hacer flexiones con mis piernitas para ver si yo tenía petús. Nada. Y yo seguía llorando.
¿Estarás con el pañal cargado?, me preguntó ¡a mí!
Casualmente, sí, estaba todo enchastrado. Sin decirle nada a Mamá, me cambió. Pero yo seguía llorando. Un poco menos, eso sí. Dale, flaco, avivate, tenía ganas de gritarle si hubiera podido. Hasta que, finalmente, llegó a la única conclusión posible: el noni-noni. Apagó el stereo, cerró las persianas y preparó el catre. No lo puedo creer, pensaba yo. ¡Se dio cuenta!
¡Sí! Me meció un poquito en sus brazos y al toque caí rendido. Me acostó y palmé como el mejor. Cerró la puerta despacito y entró al living con una sonrisa orgullosa. Había visto la luz. Había descubierto por su cuenta lo que millones de padres en todo el mundo y durante miles de generaciones llevaban practicando: El Ciclo. En síntesis: darse cuenta que, después de dormir, hay que cambiarme, luego hay que entretenerme, más tarde tengo que comer, posteriormente tengo largar provechitos y petús, y finalmente tengo que volver a hacer noni. Pero, gracias a la libretita de Mamá, además se percató que, al menos en mi caso, eso ocurría a intervalos más o menos regulares. ¿Qué significa eso? Que yo siempre dormía más o menos las mismas siestas, me entretenía durante el mismo tiempo y comía casi igual. Y vuelta a empezar.
Sin embargo, la prueba de fuego ocurrió al despertar. Entonces, probó. Repitió el último esquema de lapsos que ya había funcionado y respondió más rápido a mis llantos. ¡Y resultó! Había descubierto mi ciclo. A partir de entonces todo empezó a cambiar: cada vez dormía más siestas, la pasaba mejor y, lo que significó de gran importancia para todos, me despertaba una sola vez a la noche. Habíamos encontrado el rumbo.
Desde ese día Papá se sintió papá.

lunes, agosto 22, 2005

Antipetú


Hete aquí una prueba irrefutable del sistema implementado por mi Papá para aliviar mi panzota de los insoportables rigores de los petús.
Uno de los métodos se lo enseñó la tía Ivana a mi Mamá y tiene que ver con un masajito en la panzota. Pero en este caso, como creo haber señalado anteriormente, se trata de la flexión de mis piernitas sobre mi vientre, algo que suele causarme -además de alivio- muchísima gracia. ¡No puedo parar de reírme! Y lo peor es que no sé por qué.

domingo, agosto 21, 2005

El baño en secuencia


La cuestión del baño ha transitado por varias etapas. La inicial, en el Sanatorio de La Trinidad, cuando las enfermeras de terapia intensiva le enseñaron a Mamá cómo sostenerme y esas cosas que necesitan saber las primerizas.
La primera-primera etapa se desarrolló en las semanas posteriores a mi llegada a casa. Pobres... Mis Papis todavía no sabían manejar muy bien ni mis tiempos ni los suyos, lo que involucraba mi/su cena, mi/su noni, mi/su baño y todo lo mi/su que se quieran imaginar. A veces, entre un desacople temporal y otro pasaban ¡hasta tres días sin bañarme! Yo, chocho, imagínense. Incluso hubo días en los que terminé bañándome, por una cosa o por otra, a las 11 de la noche.
Pero ese lío habrá durado sólo un par de semanas. Ahora todo ha cambiado. La experiencia de bañarme se ha transformado en todo un ritual que cada uno cumple a rajatabla. El resultado: cada uno come a la hora que debe, se baña a la que corresponde y se duerme cuando los dejo, claro.
La cosa es así en muy fáciles pasos:
  1. Mamá comienza a preparar el baño a eso de las 9 de la noche. Da muchas vueltas (siempre da muchas vueltas, se olvida una cosa, trae otra que no necesita, la vuelve a llevar), abre la ducha para que se forme mucho vapor, instala el bañador, catre-bañera o como se llame y lo llena con agua tibia. Esto le lleva unos minutos. Mientras tanto...
  2. Papá se queda conmigo en la habitación. Me canta el Arroz con leche, Manitos de manteca y otra canción que le enseñó una vez cierta amiga Marita. Después flexiona mis piernitas para que me tire todos los petús posibles, lo cual que me causa mucha gracia y no me pregunten por qué. Finalmente me amenaza, muy lentamente, con que me va a dar un besote en la panzota, cosa que irremediablemente lleva a cabo y me hace reír. Por último, como todo esto ya me tiene podrido y me fastidio, me enchufa el chupete y todo bien.
  3. Desde el pasillo, Mami grita Vengan. Papá suspira aliviado y un poco harto, y allá vamos.
  4. Ya en el baño, el asunto se simplifica. Me gusta bañarme, pero no me vuelve loco, aunque debo reconocer que Mamá hace todo lo posible para que sea un buen momento de rélax. También depende de si estoy más o menos sacado. A veces no pasa nada. En otras ocasiones, tengo sueño o hambre y todo se complica. Ahí vuelve a entrar en juego mi Papi, que hasta ese instante se limita a mirar y asistir tipo Juanita, y hace lo que él y el tío Eduardo llaman El Infalible: esto es chasquidos con los dedos adelante de mis ojos, lo cual me transporta a un estado zen de manera inexplicable.
  5. El último paso es el secado y vuelta a cambiar, preámbulo de lo que será el regreso a la habitación y el último bocadillo en forma de gloriosa teta antes del noni final.

jueves, agosto 18, 2005

El experimento


Como recordarán, si bien mi habitación y cuna están preparados, todavía duermo en un catre en el cuarto de mis Papis. Sin embargo, durante el día, mi Mamá suele dejarme un ratito en la cuna para que me vaya acostumbrando o en el cochecito para que me adapte al nuevo lugar.
Un día a Mamá se le ocurrió hacer una prueba.
Me dejó solo en el cuarto para ver qué pasaba. Al principio, no sucedió nada. Para mí era como si nada, me entretenía con los chiches o miraba los colores de las paredes. Después de un rato y sin que nadie le dijera nada, apareció Psycho. Sí, mi perro, el que me tiene celos y no me da bolilla. Vino, dio una vuelta, olió mis pies, miró por la ventana, se hizo un poco el tonto y se "instaló" ahí, a mi lado. Cuando Mami volvió, Psycho se fue. Entonces, Mamá salió nuevamente para ver qué pasaría. ¡Y Psycho regresó!
Ahí me di cuenta que él, en el fondo y más allá de los celos, ¡me quiere!
En la foto se ve muy bien: me está cuidando.

domingo, agosto 14, 2005

Día del Niño [2005]


Ahora sí, finalmente llegó el Día del Niño oficial... después de haber festejado el informal, del que conté en el post El Día del Niño 0, tiempo atrás.
Esta vez los regalos los recibí de Mamá y, entre varias cosas relindas, me dio una especie de centro de juegos, de sonidos y luces, que se cuelga al costado de la cuna. ¡Es espectacular! Apretás un botón y sale musiquita; apretás otro y se escuchan grillitos; tirás de una palanca y sale un ruidito como el de los resortes en los dibujitos animados, ¡toink!; con otro se encienden las luces... Pero el mejor botón es uno, con forma de corazón, en el que sale la voz grabada de mi Mamá diciendo...
Hola, Manuchi, hermoso de Mamá

Y me derrite...
Todavía no lo voy a poder usar mucho por dos motivos principales:
  1. Por ahora seguiré durmiendo en el catre, junto a mis Papis, en su habitación.
  2. No coordino muy bien mis manitos para usarlo.
También tuvimos visitas.
Vino el papi de mi Mamá, el abuelo Pichi, con la esposa, Noé. Me trajeron otro móvil para colgar de la cuna, aunque no tan lindo como el que me regaló mi Papá. Se quedaron un rato y no dejaron de sacarse fotos conmigo. La pasé rebién.

sábado, agosto 06, 2005

Un clásico


Parece que en una época la gente solía fotografiar a los bebés tal como veníamos al mundo, una costumbre que, gracias a Dios, ha quedado en el pasado.
De todas maneras, mis Papis no pudieron con su genio y se sacaron las ganas. En realidad, no se acuerdan de quién fue la brillante idea, aunque me inclinaría a pensar que fue de mi Papá, tan proclive él a sostener viejas costumbres contra viento y marea.
Obviamente, decidí publicar sólo la versión soft de semejante engendro.

miércoles, agosto 03, 2005

Probando la cuna


Aunque todavía tengo para un tiempo más en el catre junto a mis Papis, los tiempos se precipitan. Mi prima Natalia, la dueña de mi camita actual, está embarazada y, por ende, su nuevo hijito la va a necesitar muy pronto.
Como mi cuarto ya está preparado para recibirme, Mamá a veces prueba para ver si me adapto al nuevo lugar. La verdad, me gusta. Se trata de una cuna funcional de verdad, grande-grande, y no veo la hora de mudarme lo más rápido posible.

lunes, agosto 01, 2005

El Día del Niño 0


¿Cómo es eso de Día del Niño 0? Bien podría llamarse versión Beta o Ensayo. La historia es así.
De pronto, Papá se dio cuenta que a hasta altura de mi vida -3 meses- nunca me había regalado algo personal: la pulserita de oro me la dio mi abu Katty cuando nací y la tía Mariela decía que ella me iba a regalar un crucifijo para cuando me bauticen. O sea que, según concluía él, le quedaban pocas opciones: un reloj (no sé la hora, no sé qué es la hora), un encendedor (no fumo), una corbata (no tengo traje) o un chiche. Así empezó a darse manija y a embalarse.
Este lunes 1º salió decidido a comprarme un juguete, sea como sea. La oportunidad resultaba ideal: el domingo sería el Día del Niño. Entonces partió raudo a la mejor juguetería que encontrara. Eligió algo que le gustó y lo compró. Pero las cosas no serían tan fáciles. Allí se enteró que ahora, en el siglo XXI, muy lejos de su propia infancia y sus buenas intenciones, el Día del Niño es el segundo domingo de agosto.
Mi Papi no es alguien que se adapte fácilmente a los cambios. Una vez que asimila una costumbre, la mantiene hasta el fin. Para él, desde siempre, el Día del Niño será el primer domingo de agosto. De pronto se encontró volviendo a casa con paquetes, sobre un taxi, y la perspectiva de tener que aguantar -no una semanita, como suponía, hasta el domingo- quince días con los regalos en el placard. Resultaba demasiado para él.
Entonces dijo Ma'sí. Le dijo a Mamá que ella se encargue de comprarme los regalos para el Día del Niño "oficial", que él me regalaba para éste, un extraño lunes a mitad de camino de todo.
¿Los chiches? ¡Re-fachus! Me trajo una gallinita para colgar del gym, una vaquita de San Antonio que hace ruido cuando le apretás la panzota y ¡un móvil para colgar de la cuna! Está re-bueno: da vueltitas y vueltitas, y tiene una musiquita lindísima.
¡Qué suerte! Ahora voy a tener dos días del niño.
En la foto, se ve el momento exacto en que Papá saca los juguetes de las bolsas.