domingo, agosto 21, 2005

El baño en secuencia


La cuestión del baño ha transitado por varias etapas. La inicial, en el Sanatorio de La Trinidad, cuando las enfermeras de terapia intensiva le enseñaron a Mamá cómo sostenerme y esas cosas que necesitan saber las primerizas.
La primera-primera etapa se desarrolló en las semanas posteriores a mi llegada a casa. Pobres... Mis Papis todavía no sabían manejar muy bien ni mis tiempos ni los suyos, lo que involucraba mi/su cena, mi/su noni, mi/su baño y todo lo mi/su que se quieran imaginar. A veces, entre un desacople temporal y otro pasaban ¡hasta tres días sin bañarme! Yo, chocho, imagínense. Incluso hubo días en los que terminé bañándome, por una cosa o por otra, a las 11 de la noche.
Pero ese lío habrá durado sólo un par de semanas. Ahora todo ha cambiado. La experiencia de bañarme se ha transformado en todo un ritual que cada uno cumple a rajatabla. El resultado: cada uno come a la hora que debe, se baña a la que corresponde y se duerme cuando los dejo, claro.
La cosa es así en muy fáciles pasos:
  1. Mamá comienza a preparar el baño a eso de las 9 de la noche. Da muchas vueltas (siempre da muchas vueltas, se olvida una cosa, trae otra que no necesita, la vuelve a llevar), abre la ducha para que se forme mucho vapor, instala el bañador, catre-bañera o como se llame y lo llena con agua tibia. Esto le lleva unos minutos. Mientras tanto...
  2. Papá se queda conmigo en la habitación. Me canta el Arroz con leche, Manitos de manteca y otra canción que le enseñó una vez cierta amiga Marita. Después flexiona mis piernitas para que me tire todos los petús posibles, lo cual que me causa mucha gracia y no me pregunten por qué. Finalmente me amenaza, muy lentamente, con que me va a dar un besote en la panzota, cosa que irremediablemente lleva a cabo y me hace reír. Por último, como todo esto ya me tiene podrido y me fastidio, me enchufa el chupete y todo bien.
  3. Desde el pasillo, Mami grita Vengan. Papá suspira aliviado y un poco harto, y allá vamos.
  4. Ya en el baño, el asunto se simplifica. Me gusta bañarme, pero no me vuelve loco, aunque debo reconocer que Mamá hace todo lo posible para que sea un buen momento de rélax. También depende de si estoy más o menos sacado. A veces no pasa nada. En otras ocasiones, tengo sueño o hambre y todo se complica. Ahí vuelve a entrar en juego mi Papi, que hasta ese instante se limita a mirar y asistir tipo Juanita, y hace lo que él y el tío Eduardo llaman El Infalible: esto es chasquidos con los dedos adelante de mis ojos, lo cual me transporta a un estado zen de manera inexplicable.
  5. El último paso es el secado y vuelta a cambiar, preámbulo de lo que será el regreso a la habitación y el último bocadillo en forma de gloriosa teta antes del noni final.

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