21-28/01/06
Durante años, mis Papis fueron de vacaciones a San Bernardo -donde está el departamento del abuelo Tata-, un lugar del que guardan muy buenos recuerdos, porque allí hicieron su primera escapada de fin de semana como novios, festejaron el comienzo del nuevo milenio y también consolidaron su relación. En realidad, ellos suelen pasarla bien en cualquier lado, incluso cuando el clima no ayuda. Pero, últimamente, San Bernardo se ha superpoblado y como sitio para mis primeras vacaciones distaba mucho de resultar ideal: demasiado ruidoso y poco apto para descansar junto a un bebé.
La otra alternativa que barajaron fue Puerto Madryn, un lugar para ellos alucinante al que han ido en dos ocasiones, que reúne todas las virtudes de un centro vacacional, pero con un solo defecto: queda muy lejos y prefirieron evitarme los viajes en avión.
Así llegamos a la opción definitiva: Costa del Este. Aunque bastante caro, el Appart Hotel del Pinar queda cerca de Buenos Aires como para llegar en auto y ofrece tranquilidad, una pileta común y otra climatizada, algo que terminó de inclinar la balanza.
Lo más difícil resultó despedirse de Psycho, que se quedó a cuidar nuestra casota. Una mención de agradecimiento especial para la tía Fernanda, que a su vez se ocupó de atender a nuestro perro.
El viaje en auto fue bastante tranquilo. Creo que me la banqué bastante bien (incluso dormí un par de siestas), salvo durante los últimos 100 km, cuando ya no soportaba más ni el encierro ni estar atado a la sillita.
El lugar es espectacular. El appart ofreció todas las comodidades, aunque la cuna que me proveyeron no contempló mi tamaño: me la pasé rebotando contra los barrotes cada vez que intentaba darme vuelta cuando dormía.
Allí había otros chicos -más grandes y que no daban bolilla- que se la pasaban jugando. Después nos enteramos que, en una enorme casualidad, todos habían nacido de manera prematura, como yo. Pero, hay más: no sólo eso, sino que incluso habían estado internados ¡en el Sanatorio de la Trinidad! ¡Como yo! No se puede creer...
Hicimos de todo: a la mañana iba a la pileta climatizada con Mamá, volvíamos para almorzar y los dos dormíamos una siestota mientras Papá leía y tomaba sol. Luego nos reuníamos todos para tomar la leche, jugar con mis chiches en el pasto y volver a la pileta.
¡Y conocí el mar! Fue lo mejor de lo mejor. Es... es ¡grande! Y el agua... tan rara: va y vuelve, va y vuelve, con cada olita. Yo la quería alcanzar, pero nunca llegaba a tiempo. También jugué en la arena. Bah, mucho no hice, pero lo que más gustó fue agarrarla y dejarla caer. Incluso la probé: y no, no me gustó para nada su sabor.
Quiero ir de nuevo. ¿Falta mucho para que volvamos a ir de vacaciones?
Durante años, mis Papis fueron de vacaciones a San Bernardo -donde está el departamento del abuelo Tata-, un lugar del que guardan muy buenos recuerdos, porque allí hicieron su primera escapada de fin de semana como novios, festejaron el comienzo del nuevo milenio y también consolidaron su relación. En realidad, ellos suelen pasarla bien en cualquier lado, incluso cuando el clima no ayuda. Pero, últimamente, San Bernardo se ha superpoblado y como sitio para mis primeras vacaciones distaba mucho de resultar ideal: demasiado ruidoso y poco apto para descansar junto a un bebé.
La otra alternativa que barajaron fue Puerto Madryn, un lugar para ellos alucinante al que han ido en dos ocasiones, que reúne todas las virtudes de un centro vacacional, pero con un solo defecto: queda muy lejos y prefirieron evitarme los viajes en avión.
Así llegamos a la opción definitiva: Costa del Este. Aunque bastante caro, el Appart Hotel del Pinar queda cerca de Buenos Aires como para llegar en auto y ofrece tranquilidad, una pileta común y otra climatizada, algo que terminó de inclinar la balanza.
Lo más difícil resultó despedirse de Psycho, que se quedó a cuidar nuestra casota. Una mención de agradecimiento especial para la tía Fernanda, que a su vez se ocupó de atender a nuestro perro.
El viaje en auto fue bastante tranquilo. Creo que me la banqué bastante bien (incluso dormí un par de siestas), salvo durante los últimos 100 km, cuando ya no soportaba más ni el encierro ni estar atado a la sillita.
El lugar es espectacular. El appart ofreció todas las comodidades, aunque la cuna que me proveyeron no contempló mi tamaño: me la pasé rebotando contra los barrotes cada vez que intentaba darme vuelta cuando dormía.
Allí había otros chicos -más grandes y que no daban bolilla- que se la pasaban jugando. Después nos enteramos que, en una enorme casualidad, todos habían nacido de manera prematura, como yo. Pero, hay más: no sólo eso, sino que incluso habían estado internados ¡en el Sanatorio de la Trinidad! ¡Como yo! No se puede creer...
Hicimos de todo: a la mañana iba a la pileta climatizada con Mamá, volvíamos para almorzar y los dos dormíamos una siestota mientras Papá leía y tomaba sol. Luego nos reuníamos todos para tomar la leche, jugar con mis chiches en el pasto y volver a la pileta.
¡Y conocí el mar! Fue lo mejor de lo mejor. Es... es ¡grande! Y el agua... tan rara: va y vuelve, va y vuelve, con cada olita. Yo la quería alcanzar, pero nunca llegaba a tiempo. También jugué en la arena. Bah, mucho no hice, pero lo que más gustó fue agarrarla y dejarla caer. Incluso la probé: y no, no me gustó para nada su sabor.
Quiero ir de nuevo. ¿Falta mucho para que volvamos a ir de vacaciones?
4 comentarios:
Espectacularrr el efecto!!!!!
¿Te gustó, Mami?
En realidad, lo único que hice fue elegir entre varias opciones.
Te mando un besote
También me olvidé de comentarte cuánto me gustó el video! Me emocioné mucho, por el momento hermoso que pasé en ese momento y como me lo hiciste revivir...y ni hablar del tema elegido...sin palabras...LOS AMOOOOOO!!!!
¡Qué bueno que te haya gustado, Mami.
La verdad es que quedó bien, considerando las limitaciones de formato de origen.
Otro besote y yo también los amo.
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