24/06/07
Desde que llegué a este mundo que el club de mis amores, el de mi Papá, el de mi abuelo Tata y el de mi bisabuelo Manuel, Huracán, naufragaba en el Nacional B. Una realidad que no era una tragedia -hay cosas peores en este mundo-, pero sí algo para lamentar profundamente.
Año tras año, el Globo estuvo cerca de ascender; sin embargo, una cosa u otra (generalmente mejores equipos que se cruzaban en el camino) lo impidieron. Este año, por fin, se nos dio; no sin el debido e histórico sufrimiento, claro está.
Mientras Papá se comía los hombros siguiendo la final desde Mendoza, Mamá me llevaba a votar y optaba, pese a ser cuerva, por no circular cerca de mi Papi, a la manera de cábala. Y dio resultado, tanto como el viejo recurso de la abuela Lela, ese de poner el nombre del rival en el freezer antes del partido.
Y después, la emoción, por supuesto. Mi Papá, llorando a moco tendido como nunca antes (ni siquiera cuando lo vio salir campeón en el '73), recibió la felicitaciones de mi Mami, muy conmovida pese a sus raíces cuervas, y de la tía Silvia, y los tíos Eduardo y Ricardo; éste último, también quemero.
Más tarde fuimos los tres a festejar a la sede de la avenida Caseros, donde se había reunido una multitud que no se cansaba de bailar, cantar y festejar por este ansiado regreso.
Ahora me falta ver al Globo salir campeón en primera división. Si ya vi un cometa en Puerto Madryn y nieve en Buenos Aires, ¿acaso les parece imposible?
Desde que llegué a este mundo que el club de mis amores, el de mi Papá, el de mi abuelo Tata y el de mi bisabuelo Manuel, Huracán, naufragaba en el Nacional B. Una realidad que no era una tragedia -hay cosas peores en este mundo-, pero sí algo para lamentar profundamente.
Año tras año, el Globo estuvo cerca de ascender; sin embargo, una cosa u otra (generalmente mejores equipos que se cruzaban en el camino) lo impidieron. Este año, por fin, se nos dio; no sin el debido e histórico sufrimiento, claro está.
Mientras Papá se comía los hombros siguiendo la final desde Mendoza, Mamá me llevaba a votar y optaba, pese a ser cuerva, por no circular cerca de mi Papi, a la manera de cábala. Y dio resultado, tanto como el viejo recurso de la abuela Lela, ese de poner el nombre del rival en el freezer antes del partido.
Y después, la emoción, por supuesto. Mi Papá, llorando a moco tendido como nunca antes (ni siquiera cuando lo vio salir campeón en el '73), recibió la felicitaciones de mi Mami, muy conmovida pese a sus raíces cuervas, y de la tía Silvia, y los tíos Eduardo y Ricardo; éste último, también quemero.
Más tarde fuimos los tres a festejar a la sede de la avenida Caseros, donde se había reunido una multitud que no se cansaba de bailar, cantar y festejar por este ansiado regreso.
Ahora me falta ver al Globo salir campeón en primera división. Si ya vi un cometa en Puerto Madryn y nieve en Buenos Aires, ¿acaso les parece imposible?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario