11/05/08
Sí, estamos en la habitación 451 del Sanatorio de la Trinidad y ahí está Tomás. Mis ojos no mienten y, si la única verdad es la realidad, Tomás es la verdad. Y, por ende, la realidad. Inmodificable.
Ahora somos 4. Bah, 5, si contamos al pobre de Psycho, que sigue perdiendo posiciones. Tendré que aceptarlo.
Lo cierto es que el asunto de los regalitos de Tommy me hizo bajar la guardia definitivamente. Por eso, rápido de reflejos...
¿Querés ver a Tomás de cerca?, pregunta Papá.
Sin pensarlo, respondo que sí. Entonces me hace upa y nos acercamos. Despacito. Lo miro y no sé si me mira. Es una cosita chiquita, negrita, moradita o coloradita, según se mire o le pegue la luz. Una pequeña porquería, bah. Un ser hinchado o algo achinado, sorprendentemente parecido a Mamá.
Por suerte, Papi me aleja rápido y quedo como un duque adelante de todos, antes de que la necesidad de explotar -o implotar- encuentre su cauce.
Sí, estamos en la habitación 451 del Sanatorio de la Trinidad y ahí está Tomás. Mis ojos no mienten y, si la única verdad es la realidad, Tomás es la verdad. Y, por ende, la realidad. Inmodificable.
Ahora somos 4. Bah, 5, si contamos al pobre de Psycho, que sigue perdiendo posiciones. Tendré que aceptarlo.
Lo cierto es que el asunto de los regalitos de Tommy me hizo bajar la guardia definitivamente. Por eso, rápido de reflejos...
¿Querés ver a Tomás de cerca?, pregunta Papá.
Sin pensarlo, respondo que sí. Entonces me hace upa y nos acercamos. Despacito. Lo miro y no sé si me mira. Es una cosita chiquita, negrita, moradita o coloradita, según se mire o le pegue la luz. Una pequeña porquería, bah. Un ser hinchado o algo achinado, sorprendentemente parecido a Mamá.
Por suerte, Papi me aleja rápido y quedo como un duque adelante de todos, antes de que la necesidad de explotar -o implotar- encuentre su cauce.
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