viernes, octubre 03, 2008

Esa tarde, esa noche


10/05/08
Luego de la siesta, la merienda. Luego de la merienda, la salida.
La tarde del sábado 10 de mayo me sacaron esta foto y la imagen no miente: yo tenía esa carota.
La mañana soleada trajo una tarde igual de linda. Que daba para salir y eso hicimos. La excusa era ir cambiar ropa -que me quedaba chica o tenía repetida tras mi cumpleaños- al shopping Alto Avellaneda.
De pronto, como si alguien hubiera dado la orden, todo lo que estaba bien se puso mal.
La tarde hermosa se hizo noche fría de un segundo a otro. El shopping, habitualmente tranquilo, era un caos.
Sí, lo primero que hicimos fue cambiar la ropa, como pudimos, a las apuradas e incómodos en ese mar de gente.
Ya no teníamos ganas de nada, pero como insistí fuimos a los juegos. Y lo malo se hizo peor. Ahí Mamá se dio cuenta que, en el entrevero, alguien le robó el celular del bolsillo de la campera. Yo jugaba, pero ella estaba entre furiosa, indignada y preocupada.
Yo jugaba. Pero no tenía demasiadas ganas. Luego de un rato de mayor incomodidad, por suerte comenzamos a irnos. Era tanta la gente agolpada en cada centímetro cuadrado que ni siquiera pudieron comprarme un miserable chupetín. Y como compartía el fastidio generalizado, tampoco insistí.
Íbamos por un pasillo cuando Mami se empezó a sentir mal. Parece que le dolía la cintura o el vientre, abajo; o las dos cosas.
Nos apuramos. En la oscuridad del estacionamiento, una nena medio tonta y una madre totalmente idiota buscaban algo agachadas entre los autos. Casi las atropellamos.
Ya en el auto, saliendo del shopping, Mamá le informó a Papá que creía que tenía contracciones. Él le preguntó si estaba segura. Por las dudas, ella le pidió que las cronometrara.
7 minutos, aseguró Papi exactamente cuando surcábamos el cruce de los 7 puentes, muy cerquita de las instalaciones del club Independiente.
7 minutos después, no se repitieron las contracciones, pero sí a los 13, por lo que no eran regulares. Papá, entonces, aparentemente les restó importancia, como si fueran falsa alarma, instándole a Mami para que no se sugestionara.
Ella no volvió sobre el asunto y seguimos el viaje de regreso.
Yo no dije nada. Miraba por la ventana y escuchaba.
Más tarde, en casota, Mamá se puso a cocinar una cena espectacular; una especie de comida china con pollo, que le insumió un esfuerzo físico enorme, muy superior al que suponía su delicado estado.
Después todo fue como siempre. Las mismas costumbres, los mismos rituales. Papi levantó la mesa, Mami preparó mi baño. Él fumó un cigarrillo en el living, ella me bañó. Papá apagó todo y cerró la casota, Mamá me secó el pelo. Papá se acostó, Mamá me acostó. Papi prendió la tele, Mami me leyó un librito y me durmió.
Me dormí. Y entre sueños, ocurrió: el fin de una época.

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