05/07/08
Como tal vez leyeron en algún post anterior, al nacer mi hermano Tommy pasé de ser el centro del universo de mis Papis a... esto. Este lado del camino. El costado. La sombra. Igual que le pasó a nuestro perro Psycho cuando nací yo. Igual-igual.
De vivir entre algodones -y lejos de de constituir una casualidad- empecé el Jardín, cumplí 3 años y nació Tomás... Crash
Todo quedó patas para arriba. En el Jardín soy uno más en la multitud, los 3 años sólo han traído resfríos y otitis permanentes, y Tomasito...
La llegada de Tom-Tom tuvo efectos devastadores. Para empezar, en la rutina diaria: hay que hacer silencio. Todo el santo día. ¡Shhh!, se la pasan diciéndome. No hagas ruido que está durmiendo la tía Fernanda y nos va a retar, miente Papá para que yo no atribuya los reproches a mi hermano.
Después, en la comida o en el baño: lo hacemos cuando se puede y de la manera que se puede.
Hasta acá, todo bien. Mucha gracia no me causa, pero bueh... Sin embargo, hay dos cosas que hasta el momento no pude digerir a causa de Tommy y su cuidado:
- Dejar de ir al club (la peor)
- Dejar de ir a los juegos al shopping
Así es que mi Mamá preparó todo para pasar un rato bien largo juntos, solos, ella y yo. Me llevó al Abasto: paseamos, fuimos a los juegos y, por supuesto, a comer patitas con papas fritas.
Uds. no se imaginan lo que significa esto para mí. Es mucho más que salir a dar una vuelta. ¡Se trata de recuperar mi vida! Pero no me conformo con esto. Ahora voy por más. Ahora quiero el club. Y lo voy a conseguir.
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